Corriendo, corriendo.


Llegó tarde al autobús de las 12, era el último, asumió el contratiempo con resolución y al instante decidió que cubrirá los 6 kilómetros que le separaban de su casa con una entusiasta carrera.
6.000 metros corriendo, corriendo, sin parar.
Alegre, contento, ilusionado. Primero una gran avenida, luego otra, un cruce y a la derecha, el largo boulevard. Llegó al portal de su casa, extenuado y feliz, acababa de cumplir los quince y le habían dado el primer beso de su vida.
Foto de Iban Ramón

Comentarios

  1. mmmmm que delicia.
    (despues de leer esto no te dejare ni un beso, para no romper la magia de lo escrito)

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  2. Y si. A los quince, después del primer beso, calculo que uno es capaz de correr el tour de Francia completo y sin bici. Y además llegar fresquito como una lechuga.
    A los quince uno es el dueño del mundo, capaz de todo, inmortal ... una sensación irrepetible.
    Yo ya no corro ni aunque me persigan Ali Baba y los 40 ladrones ... =D

    Un abrazo

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  3. ¡¡¡¡No me extraña!!!!

    A los quince años, cuando la sangre está en plena ebullición, cuando todos son sueños, quimeras, imaginación, un beso puede ser como tocar el cielo.

    A esa edad todo es posible.
    Hasta salir corriendo y llegar al fin del mundo....

    Precioso!!!!
    Nos lleva a muchos años atrás.
    Todos hemos tenido ese primer beso.

    Un besito

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  4. llega el señor alfredo...asi, ya el abuelo y va y va y va
    ¡¡¡Y ME DEJA ESTA DELICIAA¡¡¡¡
    leches, alfredo¡¡¡
    cuando leo estos cortos, de este tipo, me dejais sin sin habla¡¡¡¡
    saudazos, alfredo.

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  5. Rosa, Any, Luna y Gus:
    ¿Que no se podrá hacer con 15 añitos, y después de corresponderte con premio semejante.?

    El camino de Santiago, a la pata coja si es preciso...

    Besos y abrazos

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  6. La imagen y el breve y estupendo texto me hacen sonreír recordando mi amor platónico de los 15.

    Haciamos coincidir nuestros horarios para mirarnos intensamente en el metro, él se bajaba una estación antes y el día que me sonreía, lo apuntaba en mi diario con el mismo entusiasmo que el adolescente de tu relato.

    Un beso, Alfredo

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