Este jueves, relato. La fiebre del Loro.
Dña. Josefina, peinaba canas. Ya no celebraría más aniversarios que empezaran por siete. Perdida ante la ventana en uno de esos ensimismamientos vitales recordaba el día en el que le regalaron a Pavarotti. Ella, austera dónde las haya, no almacenaba en su casa ni media docena de objetos inservibles, pero la llegada de aquel pájaro que vomitaba sin interrupción cientos de palabras inconexas le provocó un singular atractivo. Incorporar a aquel parlanchín a su entorno fue una tarea entretenida y estimulante. Hoy todavía no se explica aquel giro en el comportamiento de Pavarotti, su silencio repentino, su aislamiento en una esquina de la jaula y las continuas diarreas. Tomás el veterinario lo confirmó en un santiamén: -Es psitacosis, doña Josefina, debe deshacerse cuanto antes de este loro o su fiebre acabará con usted- Más cosas serias como estaen la jaula de Juan Carlos